Muchas veces se habla de los valores del rugby y como impacta en las vidas de las personas que hemos tenido la suerte vivir la pasión ovalada. Bruno Lopez, en este gran texto, nos relata cómo las enseñanzas del rugby pueden aportar su granito de arena para ayudar a la sociedad a reconstruirse, en un momento en que casualmente esos valores parecen estar en crisis.
Rugby Contra la Crisis – Por Bruno Lopez
El rugby se trata de mirar hacia adelante, de avanzar, sea sobre barro, pasto o arena, bajo lluvia, nieve o sol, eso es lo que haremos. En un momento de crisis, puede jugar un papel grande en la reconstrucción de nuestro sistema de valores, o si ya es tarde, en el de los que vienen. Hemos de aprovechar la tradición y las bases de un deporte que nos ofrece mucho, que nos ha demostrado su valor como herramienta de creación de personas. Porque, al fin y al cabo, de eso trata el deporte, de crear personas.
Le hemos visto muchas caras al rugby. El rugby social (de Botines Solidarios o Fundación Rugby sin fronteras) que ha ayudado a centenares de chicos con problemas, ajenos a que un óvalo les podía cambiar la vida. El rugby que une y no separa, como aquellos Springboks de Mandela, el XV del trébol o los British and Irish Lions. El del respeto, el orgullo de Croke Park. El rugby que nos une cada fin de semana en el central universitario, a la sombra de una terraza que no será nada del otro mundo, pero para mí es mi casa, con los míos.
Porque entre otras cosas, el rugby ha escuchado. Ha sabido tener espíritu de autocrítica, ha sabido incluir, promover la igualdad (que no igualar, eso es lo fácil, muy típico de políticos modernos) respetando las diferencias que nos hacen a todos distintos pero iguales. Puede que sea el rugby uno de los pocos deportes donde no importa la raza, el color de tu piel o tu procedencia. No, no estamos hablando de un deporte perfecto, de la panacea, del cielo en la tierra. Pero sí de un deporte que aprende de sus errores, evoluciona, escucha ¡qué difícil es eso hoy en día! El rugby no duda en que caiga todo el peso de su ley. No tiene miedo a nombres ni apellidos. El rugby es duro, como dura es la vida. No hay regalos y los placajes duelen. Pero en el rugby no valen máscaras ni caretas, y quién eres te toca defenderlo en el campo. No vale vivir por encima ni empujar al compañero, porque luego a la larga, tú también caes con tu egoísmo. ¿Os suena?
Porque el rugby es un deporte para los padres. Quiero creer que los padres querrán que sus hijos aprendan el valor de respetar a los mayores. De respetar al árbitro. De la disciplina. Que aprendan que para conseguir una meta hay que poner detrás mucho esfuerzo, sudar y apretar los dientes. Que aprendan a levantarse cada vez que se caigan. Que la vida es competir, y el rugby es competir, pero que la honradez y la nobleza todavía juegan un papel en esa “competitividad”. Que hay que superar al rival pero no pasarle por encima, que hay que poner la mano cuando se gana y cuando se pierde. Que los padres quieren que sus hijos no sean insultados por otros padres mientras juegan. Quiero creer en todo eso. Quiero creer que los padres quieren que el deporte forme personas. Que sus hijos sean personas.
Porque el panorama nacional está sembrado de héroes anónimos, puro ejemplo de que en rugby se empuja sin importar el nombre que ponga en tu camiseta. Gente que aporta dinero de su bolsillo una y otra vez. Gente que lo da todo y no pide nada a cambio. Leones y leonas que estudian y defienden la camiseta nacional. Jugadores y jugadoras que estudian, trabajan, son padres, madres o hijos y defienden la camiseta de su club. Y todos ellos han de ser el modelo a seguir de la sociedad, no aquellos que sólo saben enseñar lo que se han ganado con el mínimo esfuerzo, o personajes inventados que nunca jamás han hecho nada, vendedores de humo. Es el “héroe de la calle” el que debe formar el futuro y alumbrar el camino.
Difundir el rugby, comentar el rugby, promocionar el rugby, ver el rugby, vivir el rugby, jugar al rugby. Todo eso nos ayudará, poco o mucho no lo sé. Más rugby…
...Y así, con más rugby en nuestras vidas, habrá más gente con valores. Y con más gente con valores, habrá más cordura entre la locura. Y menos mediocres ahí arriba. Y volverán los días en que el despertador daba la hora, y en que, como decía Preciado “salga el sol” por la mañana.